viernes, 23 de julio de 2010

Una jornada descomunal, un suceso exorbitante

(Por Daiana Cejas) - Cuando me llegó la noticia de que usted se iba a Europa, no quise creer que fuese cierto, preferí pasarlo desapercibido o pensar que solo eran especulaciones. Pero fueron suyas las palabras que confirmaron que su futuro inmediato estaría en el viejo continente.
Y llegó el día de su partida del club que lo vio crecer y lo hizo debutar en la primera división con 19 años. Usted aseguró que se iba, y recién en ese entonces fue cuando asimilé aquella afirmación. Y caí, se iba Radamel Falcao García Zárate, aquel 9 de River, al que aprecio, admiro y respeto. Fue ahí cuando inconscientemente empecé a analizar su carrera futbolística. Inmediatamente, el recuerdo de aquel partido se apoderó de mi mente. Ese mismo que sigue latente en mí, como si fuese hoy.

Distraída y volátilmente, me transporté en el tiempo, a un inolvidable 27 de septiembre, en un imponente Monumental. Un momento emotivo como pocos, en el cual, indiscutidamente usted es el héroe. No necesita que yo se lo recuerde Radamel. Además, usted mismo aseveró que fue su “mejor partido”, en el que marcó 3 de los 4 goles con los que River le ganó agónicamente a Botafogo. A usted le atribuyo el mérito de haber clasificado a su equipo a los octavos de final de la Copa Sudamericana en el 2007. Fue una hazaña histórica. River una vez más había comenzado perdiendo. Su público empezó a impacientarse. Entonces el clima se tornó hostil. Fue allí, cuando usted convirtió el gol del empate y, luego, se produjo la expulsión de Zè Roberto lo que, en definitiva, nos devolvió la esperanza. Culminó el primer tiempo.

Todos ansiábamos el comienzo de la segunda parte del juego. Al fín comenzó, pero el panorama fue oscureciéndose. Habían expulsado a uno de los nuestros, a Lussenhoff. Todo empeoró y, por consiguiente, Dodô marcó el 2 a 1. Se vino la noche. Entre insultos y reproches, el millonario seguía de mal en peor, totalmente a la deriva. ¡Otro más! Ahumada abandonó la cancha tras ser expulsado por una patada desubicada. Todo salía mal. El estadio era un volcán en erupción. Mucha gente se marchó, pensando que ya todo estaba perdido y, desilusionada, se rehusó a soportar semejante humillación, sin imaginar lo que vendría después. ¡Necesitábamos nada menos que 3 goles! Y gracias a su fe Radamel, y a su espíritu luchador, con un óptimo remate de mitad de cancha llegó el empate transitorio. Así, contagió al resto de sus compañeros, con ese mismo espíritu guerrero. Ahora solamente dos tantos nos separaban de la clasificación a la próxima etapa. Estábamos más cerca. Ríos marcó el 3-2. Un gol “¡y ya!”, diría usted con el acento de su Colombia natal. El clima cambió, y ahora el sol brillaba más radiante que nunca. La hinchada estaba eufórica, no dejaba de alentarlos. Y volvían corriendo aquellos que se habían ido con la imagen de un River perdedor, para ver a este otro ganador.

Los diez minutos finales fueron increíbles, todos estaban descontrolados. Incluso Passarella, quien se jugaba su continuidad como técnico. A los 46 minutos, tras un centro de Ortega, el tiempo se detuvo, el mundo River quedó inmóvil. Usted saltó sobrenaturalmente, quedó suspendido en el aire, cabeceó y fue el autor de ese bendito gol revolucionario, que hizo que el Monumental se rindiera a sus pies. ¡Cómo grité ese gol! Se festejó tanto como un campeonato. Cuando me acuerdo se me pone la piel de gallina. Fue adrenalina pura, con una dosis de lágrimas, sudor, delirio, alegría; todo junto. Indiscutiblemente, usted fue la figura. Con su cabeza salvó a varias cabezas. Hubo quienes calificaron a este día como una victoria histórica.

Aún tengo guardados en una cajita dorada, una recopilación de recortes de diarios del día después. De vez en cuando los releo, y entre varios de ellos puedo destacar algunos títulos de diferentes portadas. Olé: “Fogo Sagrado”, en el que cabe destacar el título de la nota central “Dios jugó para River”. Clarín: “Una hazaña con el alma”. La Nación: “River hizo el milagro”. Popular: Hazaña de River”. La prensa lo elogió hasta el cansancio, como pocas veces, todos coincidieron y lo calificaron con 10 puntos. No era para menos.

Estos recuerdos son muy reconfortantes, porque hoy la realidad de River es otra. Aunque sé que va a cambiar. Es cuestión de tiempo.

En fin, le agradezco Radamel. Ojalá algún día regrese. El tiempo dirá. Su gente de River siempre estará esperándolo con los brazos abiertos para que en su retorno nos vuelva a deleitar con su exquisito fútbol, en el que pone alma, vida y corazón. Usted me enseñó que aunque parezca, no todo está perdido. También, que ante las adversidades no hay que bajar los brazos y luchar por lo que uno desea. Y que por sobre todas las cosas, nunca hay que perder la fe. Simplemente muchas gracias Radamel Falcao García Zárate y hasta luego.
Daiana Cejas

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