lunes, 23 de agosto de 2010

Una banda que nos une

"La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado." Gabriel García Márquez

(Por Yésica Martínez) - Los recuerdos son los que mantienen vivos en tu corazón a aquellos seres queridos que no se encuentran con uno. Pero más allá de mis penas, quiero con alegría remontarme al año 1997.

Apenas tenía 12 años y sentía como fatales aquellas cosas que quizás no eran de gran importancia, eso es lo que a mi me pasaba cuando veía a River. Ganaba y era una fiesta, pero cuando perdían o empataban una gran tristeza abordaba mi alma y mi cuerpo. Era un sentimiento que no se podía explicar, anhelaba ir a conocer el sitio donde me generaba tanta alegría y pasión.

Mi papá fue el que me transmitió esta pasión que sin medida entraba en nuestro corazón. Él fue quien me explicó qué era el fútbol, como se jugaba y quién era el club de sus amores. No tuve opción al elegir de qué equipo ser, pero no necesitaba preguntármelo, porque él con cada relato afianzaba mi decisión.
Me acuerdo de aquellas anécdotas que citaba horas antes de que comenzara el partido y de las millones de veces que orgulloso me contaba que mi abuelo perteneció a la comisión directiva del Club.

Cuando era mas chiquita, alrededor de los 5 años, no entendía por qué mi papá a veces se ponía mal y gritaba como loco, a veces me asustaba teniendo esas actitudes, pero pasando los años entendía lo que puede llevarte esa locura y era la devoción por el club de sus amores.

Cuando cumplí diez años comencé a pedirle a mi papá que me lleve a ver a River, mi mamá siempre se oponía porque decía que era muy chica para ir. Pero yo nunca perdí las esperanzas de que eso por fin llegara. Siempre nos sentábamos juntos a ver los partidos por la televisión, porque él ya no iba a la cancha como acostumbraba de joven. Me acuerdo que siempre lo observaba y escuchaba con atención lo que decía porque iba aprendiendo mucho más de fútbol. Terminaba el partido y le pedía nuevamente que me llevara a conocer el Monumental y que mi sueño era ver campeón a River Plate. Recuerdo que en esos años andaban de racha los millonarios, pero no me alcanzaba verlo a distancia, yo quería estar ahí.

Hasta que llegó ese día, 12 de agosto de 1997. Ya habíamos planeado cómo iba a ser nuestro día, mi papá se había encargado de comprar las entradas previamente, ya que River iba a dar la vuelta frente a Independiente consagrándose campeón del torneo Clausura en el Monumental.

Nosotros vivíamos en Caballito, el plan era que él salía del trabajo a las 18 hs. Me pasó a buscar por casa para ir al barrio de Núñez. Mi mamá me había abrigado bien porque el partido era de noche y me puso un gorro rojo y blanco que previamente me compraron para ese día. Fuimos en el auto y en cada esquina me detenía a observar el camino que tomábamos para llegar al estadio, sentía que no iba a ser el último día que pisara el glorioso Monumental. El viaje se hizo eterno, le fue muy difícil llegar porque estaba lleno de autos, River se consagraba campeón de antemano y todos los hinchas nos juntábamos para alentar y festejar. Es hasta el día de hoy que me acuerdo la formación titular del equipo y toda la información de aquel campeonato. Pasaba horas siguiendo por diferentes medios cada dato que daban acerca de River. Antes de poder vivir lo que pasó aquella noche la radio, el diario y la televisión eran mis grandes amigos.

Llegamos alrededor de las 20 hs, el partido comenzaba a las 21.15 y como no había lugar para estacionar tuvimos que dejar el Duna a 15 cuadras del estadio. Caminando de la mano y cuidándome de todos, partimos hacia la gloria. Muchas gente iba caminando, mi viejo me explicó los accesos y por dónde entraba la hinchada visitante, a lo lejos veía el estadio y cada cuadra que caminaba me acercaba más, era imponente las luces y el canto de los hinchas.

Entramos sin comer nada, mi viejo me había preguntado si quería algo, pero estaba tan nerviosa que lo único que quería era llegar y sentarme para admirar lo que tanto había anhelado. Nos tuvimos que ubicar en la platea Centenario, debajo de los visitantes. Yo sabía que no iba a ver problemas porque estábamos ahí para festejar el campeonato logrado. Pero igual un poco de miedo tenía, cada paso o mirada era nuevo para mí. Llegamos, pasamos los molinetes y subimos, como podíamos tratamos de encontrar lo antes posible el lugar. Yo quería ver aquel verde césped iluminado y oír los cánticos de la hinchada que poco conocía. Miré para un costado y me encontré que tenía la cancha frente a mí. Hasta el día de hoy recuerdo cómo mi viejo me miraba, lleno de lágrimas no dejaba de disfrutar la alegría que yo sentía en ese momento.

Fue imposible sentarnos, la butacas estaban llenas y no había mas lugar, mi papá me explicó que vendieron más entradas que las que había disponible, pero a mi no me importaba. Nos paramos casi en la mitad de la platea bien atrás del arco.
Era la primera vez que mi papá y yo compartíamos la misma pasión y además me había cumplido el sueño.

El partido fue aburrido, de a poco me fui aprendiendo las canciones y sólo quería alentar, ya no me importaba el resultado, lo único que quería era que terminara para ver por primera dar la vuelta en el Monumental y cantar “Dale Campeón..”
Terminó 0 a 0, ninguno de los dos equipos hizo mucho, esa noche era de festejo y nosotros estábamos invitados. Otro campeonato más, era el número 26 en nuestro fútbol. Pero para mí fue el mejor espectáculo de mi vida y poder vivirlo con mi papá fue único.

Resultó una verdadera ceremonia, hubo fuegos artificiales, cantamos hasta quedarnos sin voz, el club había contratado un coche bomba para que el equipo diera la vuelta, recuerdo que más de una vez pasaron por delante nuestro. Era increíble ver el estadio lleno, flameando las camisetas con la banda roja. Mi papá y yo abrazados cantamos el himno de River una y otra vez. Nunca lo había visto así a mi viejo, saltaba y cantaba cada cántico. Encima se tuvo que bancar que durante los 90 minutos los hinchas del rojo le escupiera el traje nuevo color gris oscuro.
Después de varios años y a cuatro meses de perder a mi papá, esta historia está más viva que nunca en mi corazón. En muchos partidos puedo recordar que él estuvo presente, millones de anécdotas me han quedado en la memoria y el legado más importante fue enseñarme una pasión inexplicable que con el correr del tiempo calman los dolores que tengo al no poder compartir con mi viejo ningún partido más.

Tu Hija, Yésica

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